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Una pequeña defensa de la ley natural.

Introducción

    Quizá una de las cosas que lamentablemente se ve en detrimento en varios sectores de nuestra sociedad, es la moral. No digo que, en todos, porque no se puede generalizar. Vemos por ejemplo a nuestros gobernantes defendiendo ciertas políticas muy contrarias a la ley moral, y esto porque, lo aceptemos o no, desde muy adentro de nuestro ser sabemos que han hecho cosas contra el orden moral afectando a la sociedad de forma negativa. Porque, aún cuando no concordemos con lo que es bueno y lo que es malo, nuestra naturaleza nos impone y exige este hecho: el bien debe buscarse y el mal debe evitarse.

    El Catecismo de la Iglesia Católica (numeral 1954) dice que esto se debe a que, hay una ley moral, natural:

 está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana la que ordena hacer el bien y prohíbe pecar.
    Pero, estando la sociedad envuelta en relativismo, utilitarismo, liberalismo y otras posturas erróneas que conducen al mal, a otros errores y a la infelicidad, pero que su aceptación nace posiblemente del natural deseo de bien, quiero dar mi aporte, aún cuando pueda ser muy pequeño o casi insignificante; dar unos pequeños vestigios de esta amplia materia, la Ética, que ya desarrollaron algunos filósofos y los Santos de la Iglesia Católica. Sin más preámbulos, procedo a efectuar esta tarea.

    Primero daré definiciones de algunos conceptos de los cuales estaré hablando, no para presuponerlos, sino para tenerlos como quien dice, a modo de "hipótesis" y saber a qué se apuntará con la argumentación de este ensayo. ¿Qué es aquella mencionada “ley natural”?  definiremos a la ley natural de la siguiente manera: “Es la norma del obrar que dimana de la naturaleza humana ordenada a su fin” (Ley Natural, s.f.). Hay que ir por partes, puesto que, para hablar de naturaleza humana, hay que entender qué se entiendo por esto. No se entiende aquí naturaleza como el mundo que nos rodea cuando no a sido sujeto de intervención humana. Entiendo por “naturaleza” como sinónimo de esencia, -otra vez ¿y qué es esencia? -, esta última es lo que captamos intelectualmente como el género de una cosa y su diferencia específica. (Feser, 2014). Por ejemplo, aquello por lo que sabemos que el ser humano es un “animal racional”. El género dado en la definición de ser “animal” y en este caso, a la vez lo identifica de cierto modo con otras especies del mismo género, y lo que lo diferencia de los otros del mismo género es el ser racional, lo primero denota una unidad o permanencia en las cosas y lo segundo denota distinción entre múltiples cosas.  ¿Cómo sabemos si esto de la esencia se expresa en la realidad? Para eso traeré dos posturas opuestas a la idea de unidad o permanencia y diferenciación y multiplicidad entre las cosas, así iré explicando el concepto de esencia.


La esencia del ser humano.

    La primera postura es la desarrollada por Parménides y Zenón de Elea, quienes sostienen que el cambio (cambio de posición, apariencia, etc.…) y la multiplicidad es una ilusión de nuestra mente. Pues conciben el cambio como el paso de “no ser” a “ser”, por ejemplo, que el agua congelada pase de estarlo, a no estarlo, de no estar derretida, a estar derretida; que no es posible que existan varias cosas pues implicaría que una es una cosa, y no otra. Y esto es imposible, apuntan, porque de la nada, nada sale. El filósofo Edwar Feser objeta esta postura arguyendo que quien argumente esto, pasa de una premisa a otra, es decir, entre múltiples premisas; además, hace una distinción entre lo real y lo irreal; además, el parmenídeo debe aceptar que en algún momento cambió de no tener esta posición a tenerla; por lo que la postura se auto contradice.

    La otra postura es formulada por Heráclito de Éfeso y desarrollada por sus discípulos, quienes sostuvieron que no hay unidad ni permanencia en las cosas, no hay nada como un yo, sino un simple agregado de mis partes que cambian continuamente. A lo que Feser objeta que, de ser así, no podría nadie argumentar esta postura, ya que no sería yo la misma persona que sostiene una premisa, que la que sostiene otra; y jamás podría formular esta argumentación; por lo que la postura también se contradice.

    El error está al no distinguir entre la potencialidad (ser en potencia) y la actualidad (ser en acto) de las cosas. Para distinguirlo, Feser nos da este ejemplo: el agua hecha un cubo de hielo, está actualmente congelada, pero tiene la potencialidad de ser un charco caliente. Cuando el hielo es expuesto al sol, su potencialidad es actualizada y llega a ser actualmente un charco caliente. Nótese que la potencialidad de ser un charco es algo realmente presente en la cosa, puesto que el hecho de que el agua hecha actualmente un cubo de hielo es potencialmente un charco, es verdadero incluso si no es expuesta al sol. Entonces, el cambio no es el paso del no ser al ser, sino el paso de la potencia al acto; así también la multiplicidad puede ser entendida como las diferentes potencialidades y actualidades de las cosas; un lápiz que está actualmente a mi izquierda se distingue de otro que está actualmente a la derecha. 

    Por otra parte, la postura de Heráclito se equivoca al ignorar que la actualidad es más fundamental que la potencialidad de las cosas, y esta se funda en la primera (Feser, 2019). Que ese cubo de hielo es potencialmente un charco, se debe al hecho de que es actualmente agua. Si fuese un cubo de madera, por ejemplo, no tendría tal potencialidad. Y si no hubiese ninguna estabilidad representada por las cosas en acto, entonces no habría ninguna potencialidad en las cosas para que suceda el cambio. Por eso hay que admitir que existe unidad y multiplicidad (y, por ende, diferencia entre las cosas) fuera de nuestra mente; y esto es la esencia, luego, fuera de nuestra mente las cosas tienen esencias. Además, la existencia y la esencia no son lo mismo. Esto porque alguien me puede dar la esencia de un caballo, un Mamut y un unicornio por medio de su definición; el caballo existe, sin embargo, el mamut se extinguió y el unicornio no existe, son seres potenciales, pero su esencia no implica su existencia, luego, la esencia y la existencia son distintos. Con esto ahora podemos proseguir. Cuando se habla naturaleza humana ordenada a su fin, se habla de la esencia humana: “el animal racional”. ¿Pero qué significa que nuestra naturaleza esté ordenada a su fin?


Teleología

    Cuando se habla de algún fin, se habla nada más y nada menos que de teleología, pero, parece que aquí hay una falta de comprensión de lo que se entiende por teleología, probablemente esta confusión provenga de los llamados “argumentos del diseño inteligente”. Dicho de forma simple, quienes sostienen esto arguyen que las cosas de nuestro alrededor como los seres vivos, son muy complejas y poseen ciertas funcionalidades muy armoniosas entre sí y que, de la misma manera en que vemos un reloj y nos mueve a creer que hay un relojero, al ver seres vivos complejos debemos deducir que hay un creador, este argumento no trata de teleología. La teleología tampoco dice que todas las cosas tienen un fin a modo de artefactos, no dice que es evidente que el agua fue hecha para nosotros ni nada por el estilo.

    La teleología simplemente dice que las cosas tienen orientaciones propias a producir ciertos efectos. Si aceptamos que existe la causalidad, debemos aceptar que hay teleología en las cosas, ya que, si una causa no está orientada a producir su efecto propio, se tendría que existirían infinitas cosas con infinitos modos de ser o ninguna existiría, porque, estas cosas no dependerían de una condición -o una serie de condiciones – orientada a producirlas para existir. Es en virtud de que el agua tenga dentro de sus efectos propios mojar lo que entre en contacto con ella, que las cosas pueden ser mojadas. Esto es teleología, simplemente.  Se mencionó que las cosas están orientadas a su propio fin -a sus propios efectos-, pero esto solo puede darse de dos formas: que estén orientados por sí mismos o por otra cosa; sería absurdo, por ejemplo, pensar que una hoja crece por sí misma, tiene que estar orientada por otra cosa, por ejemplo, un organismo como los árboles

    ¿Qué relación tiene todo lo hasta aquí expuesto? Que la naturaleza humana, también está orientada a su fin propio, ¿pero de qué forma? Bueno, mencioné que hay algo fijo o permanente, y algo múltiple y cambiante en las cosas (el acto y la potencia respectivamente). Siguiendo los ejemplos dados por Edwar Feser (Feser, 2019), consideremos la tinta en un marcador de pizarra que está actualmente en estado líquido, esta tiene la potencialidad de secarse bajo la forma de un triángulo en la pizarra; cuando lo dibujas, ese potencial es actualizado, ahora la tinta tiene otras potencialidades, como ser actualizada en forma de partículas de polvo al pasarle un borrador.

    La tinta, nos explica Feser, es un sustrato determinable que subyace todas las potencialidades; y hay una serie de patrones determinantes (estar seca, líquida, con forma triangular) que el sustrato toma mientras las potencialidades son actualizadas. El sustrato determinable es lo que se denomina materia, y a los patrones determinantes se les denomina forma.

    Siguiendo el ejemplo, la triangularidad -la forma- que puede tomar la materia es en sí perfecta; mientras que la materia solo puede ser más o menos aproximada a esa perfección cuando toma esa forma.  Decimos que, un triangulo dibujado en el tosco asiento trasero de un autobús, es un mal e imperfecto triangulo, mientras que, el triángulo que puedes dibujar con alguna regla y otras herramientas es uno mejor y más perfecto, por estar más aproximado a su forma. Es la materia un caso especial de potencialidad y su forma un caso especial de actualidad. La medida en que la potencialidad de una cosa esté actualizada, es proporcionalmente directa con la perfección de aquella cosa, según se aproxime a su forma.

    Volviendo al tema central, hay una serie de cosas que los seres vivos necesitan hacer para realizarse como el tipo de seres que son, por ejemplo, reproducirse, alimentarse, desarrollarse, entre otras cosas; y en la medida en que una planta o un animal se realicen por medio de estas actividades según su modo de ser, serán más perfectos, esto es porque los seres vivos tienen sus propias formas.

   . Así diremos que las cosas orientadas a sus propios fines según su naturaleza serán más perfectas: un león que alimenta a su cría será más perfecto que aquel que falle en hacerlo. También el ser humano tiene una orientación en su propia naturaleza al bien -tomando en cuenta que como dijimos, era su esencia, es decir ser el animal racional-, por eso Tomás de Aquino dice que el bien tiene razón de fin (ST I-IIae, c.94, a.2) y el mal de lo contrario. Todo aquello que es de natural inclinación para nosotros, nuestra razón lo entiende como bueno: alimentación, reproducción. Además, nuestro organismo está orientado a mantener nuestra existencia como todo ser vivo.

    Como el bien es lo primero que mueve nuestra actuar (todo ser humano busca el bien, pues desea pasar de un estado a otro mejor), y por ende el bien tiene razón de fin, se entiende por bien lo que todos apetecen; se impone así un precepto o norma a nuestra razón práctica: el bien a de buscarse y el mal a de evitarse. Además, el ser humano tiene una particularidad, y es que este adquiere hábitos. Tomás de Aquino llama virtudes a aquellos hábitos del ser humano que lo disponen a buscar su bien de forma perfecta, y llama vicio a los hábitos por los cuales el ser humano esta dispuesto a orientarse al bien de forma imperfecta, es decir, al mal.


Las virtudes.

    Aquellas virtudes en tanto son la disposición a la orientación perfecta del ser humano al bien, son los hábitos que van de acuerdo con el precepto mencionado. La ley natural son todas estas normas y preceptos que ordenan al ser humano a las virtudes. De ahí la definición “la ley natural es la norma que dimana de la naturaleza humana ordenada a su fin”. Para concluir, mencionaré algunas de esas virtudes que se desprenden de la misma esencia del ser humano y cómo se desprenden

    En los actos voluntarios del ser humano es natural actuar según la razón; pues lo que caracteriza a los actos voluntarios es que nuestra razón los dirija a su propio fin: nuestro bien, pero para alcanzar un bien no basta con conocerlo y querer dirigirse hacia él, sino que, es necesario escoger y considerar los medios correctos para alcanzarlo por medio de nuestra razón, como por ejemplo considerar las circunstancias; la disposición a actuar así es la virtud moral de la prudencia. Un vicio contrario sería la astucia, que consiste en que, para escoger un fin (bueno o malo) se usen medios que no son buenos, sino fingidos. Por lo que la astucia es un vicio contra la ley natural.

    Como el ser humano debe actuar según lo dictado por la razón, pero esta necesita conocer las cosas para guiar el actuar, de ahí que el fin de nuestro entendimiento es la verdad, actuar según la verdad es una virtud ya que guía correctamente al bien. Así mismo, es contrario a la virtud de la verdad, expresar palabras contrarias a lo conocido y la verdad que se tiene, por lo que mentir es un vicio contrario a la ley natural.

    Cuando el ser humano busca su fin según su naturaleza, su bien verdadero, a veces se encuentra con algunos obstáculos que le hacen difícil alcanzarlo, por lo que, necesita suprimirlos: la disposición a suprimir estos obstáculos para alcanzar el recto fin es la fortaleza, luego, la fortaleza es una virtud. Pero cuando huimos de aquello que nuestra razón nos manda a hacer con mayor fortaleza, tenemos un temor desordenado, luego, este es un vicio contra la ley natural.

    También el ser humano se encuentra con otro tipo de obstáculos a la hora de buscar su fin. Es necesario apartarse de las cosas que, aunque nos causen un deleite y placer sensible, nos alejan de la recta razón y del fin correcto que esta debe buscar; aún cuando nos genere cierta tristeza no tener estas cosas, como por ejemplo, ingerir comida en exceso, es decir, el vicio de la gula, que nos puede causar un mal al cuerpo no porque la comida sea mala en sí misma, sino por el acto desordenado de comerla en exceso. A la moderación en los deseos y placeres, se le denomina templanza, y por ayudarnos a dirigirnos de acuerdo con la ley natural, es una virtud.

    He aquí he mencionado algunas de las virtudes morales más principales, llamadas virtudes cardinales. Cada una de estas virtudes se dividen en otras más específicas que también tienen sus hábitos contrarios -los vicios-; estas virtudes como se ha demostrado se desprenden del precepto impuesto a la razón práctica “el bien a de buscarse y el mal a de evitarse”, luego, todas forman parte de la ley natural. Dejaré varias fuentes en las que se puede profundizar en los conceptos y en el desarrollo de otras virtudes.

 

Bibliografía

Aquino, T. d. (s.f.). Suma Teológica. Obtenido de https://hjg.com.ar/sumat/

Feser, E. (2014). Scholastic Metaphysics: A Contemporary Introduction. Editiones Scholasticae.

Feser, E. (2019). Aristotle Revenge: The Metaphysical Foundations of Physical and Biological Science. Editiones Scholasticae.

Ley Natural. (s.f.). Obtenido de Mercaba.org: https://mercaba.org/VocTEO/L/ley_natural.htm

 

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