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Epistemología 3#: El Tradicionalismo.

Introducción.

    Como mencioné en el primer artículo, la filosofía se pregunta por cosas sobre el universo y el mundo que nos rodea, incluso sobre nosotros mismos. ¿Es aquel perro un mero conjunto de átomos que nos hacen pensar que el perro es algo más?, ¿El comportamiento del mundo material nos puede llevar al conocimiento de realidades no materiales, como Dios?

    Para poder responder esas preguntas, quizá algún loco podría pensar que es mejor cuestionarse si acaso puede saber algo del mundo real, o si la idea de un mundo objetivo y exterior a nuestras mentes es una mera una ilusión. Son preguntas válidas. Una persona común y corriente tiene creencias espontáneas, como la creencia de que el mundo que lo rodea sí es independiente a la mente; y evidentemente cuando somos niños y no hacemos reflexiones sobre nuestras capacidades mentales, creemos que es así. Sin embargo, quizá, podría cualquiera considerar que no es suficiente asumir que esta creencia es verdadera, porque ha tenido y tendrá muchas creencias que al fin y al cabo son falsas. ¿De qué se puede tener certeza, entonces?

    Justamente René Descartes se plantea encontrar algo de lo que se pueda tener total certeza. Él mismo, reconociendo aquella problemática, dice “me hacía falta intentar seriamente una vez en mi vida deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y comenzar todo de nuevo desde sus fundamentos, si yo quería establecer algo firme y constante en las ciencias”  (Descartes, 2011, p. 165).  Así René Descartes propone como método para descubrir la verdad, dudar de todas las cosas «acerca de las cuales encontrásemos la menor sospecha de falta de certeza» (Descartes, 2002, p. 22).

    Avanzando en ese método de poner en duda las cosas, Descartes afirma que «a pesar de las más extravagantes suposiciones, no podríamos impedirnos creer que esta conclusión, YO PIENSO, LUEGO EXISTO [resaltado agregado],  sea verdadera y, en consecuencia, la primera (15) y la más cierta que se presenta ante quien conduce sus pensamientos por orden» (Descartes, 2002, p. 25). Es decir, que el hecho de que pienso y que, para poder hacerlo primero tengo que existir, sería la primera verdad a la que podemos llegarse a tener con total certeza; y esta será la fuente de la que se puedan conocer y deducir otras verdades.

    Dado que su proceder a sido ampliamente explicado en varios artículos webs o videos de YouTube, no se explicará con total detalle su sistema filosófico ni cómo procede llegando a las demás verdades. En especial el video de Enric de su canal Adictos a la Filosofía lo explica bastante bien 1 2 3 4. Si alguna persona no se contenta con resúmenes, diríjase a la obra del mismo René Descartes, Principios de Filosofía.

 

Teorías Extrínsecas de la certeza.

    René Descartes buscó una certeza absoluta partiendo de sí mismo, del hecho de que piensa. Pero el Cardinal Désiré-Joseph Mercier (Mercier, D.-J., 1918, p. 117-119)cuenta que algunos pensadores recurrieron a establecer un criterio extrínseco a nosotros, por ejemplo, la autoridad Divina, algo a lo que el sujeto debe responder por medio de un acto de fe. Aquí se hablará de Louis Gabriel de Bonald (1754-1840), famoso por ser de los primeros en teorizar una de las corrientes filosóficas contrarrevolucionarias (contra el pensamiento influyente en la Revolución Francesa), denominada Tradicionalismo .

    Bonald menciona que aquellos que buscan ese criterio en algo “interior” a sí mismos, la razón pura, la intuición o el sentido moral, en nuestra alma o mente -como Descartes-, cometen el error de creer que el criterio puede estar dentro de sí mismo; se debe a que es evidente de forma individual, pero solamente: sería un criterio evidente para uno mismo, pero ¿cómo puede ser algo que es evidente para uno de forma individual, ser un criterio de autoridad universal? Por esta razón, el criterio debería ser “público” y exterior.

    También están «los empíricos [que] buscan este hecho primitivo en las sensaciones y en la experiencia de las impresiones que los objetos exteriores hacen en nuestros órganos» (Bonald, 1818, p. 52-53). El problema es que siempre quedará explicar cómo esas sensaciones vienen a ser o por medio de qué operaciones tales impresiones se transforman en idea, volviendo, según Bonald, a los hechos individuales.

    Bonald busca un hecho que nos conceda ese criterio, así, razona de la siguiente manera: si no puede ser “interior” o “individual”, debe ser “exterior”, primitivo y universal, por lo que ya se dijo. Para entender qué quiere decir con “universal”, “exterior” y “primitivo”, da algunos ejemplos que se ven en ciertas ciencias particulares. En la zoología, el hecho que se toma y nos concede un criterio, es su objeto de estudio, que es exterior a nosotros. La zoología tomará como hecho y criterio a los animales mismos, exteriores a nosotros, por lo que serían evidentes para todos los estudiosos de esta área, dándole a este hecho la característica de universalidad. Nótese que nos da un criterio para definir qué teorías y conocimientos serán verdaderos o falsos (aquellos que se correspondan más con las características que descubrimos en el animal); es un hecho primitivo (que está de primero) porque primero se tendrá a los animales y, a partir de ellos se originarán los demás conocimientos zoológicos. Siguiendo esa lógica, Bonald cree que para cualquier conocimiento se necesita algo que sea del orden de ese conocimiento en particular.

    Pero como se dijo, estos son los hechos de ciencias particulares, pero lo que se busca es el hecho para cualquier tipo de conocimiento en general. A Bonald le parece que el hecho que concederá el criterio es el lenguaje.

    El lenguaje se tiene para la sociedad, y es necesario únicamente para el hombre que vive en ella. Por esta razón es exterior: se toma de la sociedad o el hombre social, no del hombre individual o interior. Proviene del orden moral, porque es la expresión de un hombre moral y es universal porque se encuentra en donde quiera que se hallen dos seres humanos.

    Lo que se busca es un hecho primitivo que nos conceda un criterio, es decir, a partir del cual se derive todo conocimiento, ¿no? Pues bien, Bonald presentará una serie de argumentos para defender que el lenguaje cumple con esto. 

    Primero, el hombre es incapaz de tener pensamiento alguno sin tener palabras por las cuales puedan darse en la mente; por ende, el lenguaje no pudo haber sido inventado, dado que se habría necesitado del pensamiento y por ende al mismo lenguaje. Así que, nadie habla si no ha aprendido a hablar, y hablará las lenguas que haya aprendido a hablar. Es decir, el lenguaje no pudo haber venido de nosotros mismos, sino que tuvo que haber sido transmitido sucesivamente.

    También intenta apoyarse un poco en algunas teorías etimológicas de su época, estas decían que había una lengua madre a partir de la cual vienen todas las demás.

    Segundo, de lo anterior se puede deducir que, debe haber algún Ser inteligente que no haya recibido el lenguaje de otro, ni que haya inventado el lenguaje, sino que siempre haya tenido el lenguaje; un ser que lo transmitió después a otros seres dotándolos de pensamiento, que lo haya dotado a la especie humana. Así Bonald sostiene que este Ser es Dios, quien le concedió a la humanidad el lenguaje por medio de una Revelación Divina Primitiva. Partiendo de ahí, explicará porqué el lenguaje es el hecho que busca la epistemología:

    La Tradición es el único vehículo por el cual se puede mantener esa revelación y es por esa Tradición por la que podemos saber lo que podemos: tener certeza de mi existencia depende de aquella Autoridad que nos concedió un lenguaje a la humanidad, es este el que nos permite tan siquiera pensar conscientemente en nuestra existencia.

    Las verdades universales (aquellas cosas que serán verdaderas para todos, en todo momento y de forma necesaria), son objeto de las ideas; solo son accesibles mediante el lenguaje (como se dijo, no es posible tener pensamiento sin lenguaje, según Bonald); y es la sociedad la que transmite el lenguaje, y así transmite con la Tradición estas verdades universales.

    En fin, el conocimiento de las verdades universales se tiene gracias a que nos las transmite la sociedad, así como las verdades que son necesarias para la existencia -la importancia y seguridad ciertos alimentos o productos, por ejemplo-. Son las unas y las otras creencias basadas en confianza.

    Dicho de otro modo, la única seguridad que se tiene para las verdades universales, sobre moral, religión, etcétera, depende de la fe, la confianza en la sociedad, de una Tradición transmitida sucesivamente mediante el lenguaje. Por ende, la persona que usa su sola razón individual no puede tener certeza, no tiene conocimiento filosófico posible de esta manera, porque caerá en un relativismo que se ha visto: miles de sistemas filosóficos contrarios u opuestos. No sólo esa persona no podrá tener conocimiento verdadero ni certeza, sino que también entraría en estado de rebelión contra la sociedad y hará daño a la sociedad: cambia la razón universal por una particular, relativa, alejándola de la tradición y distorsionando el conocimiento universal, religioso y moral necesario para su conservación.

    No conviene, dice Bonald, empezar el estudio de la filosofía diciendo “yo dudo”, como hizo Descartes, porque se dudaría hasta del mismo lenguaje que sirva para expresar la duda; se debe empezar diciendo “yo creo” (Bonald, 1818, p. 71).

    En resumen, para Bonald, el hombre es dependiente de la sociedad en grado sumo, es gracias a ella que se transmite a cada miembro, por Tradición una Revelación Divina Primitiva, una confianza y seguridad sin las cuales el conocimiento sería posible. Y esto porque, incluso la certeza de Descartes de la propia existencia el «Yo pienso, luego existo», depende de que “debemos pensar nuestras palabras antes de que podamos concebir nuestro pensamiento” (Coffey, 1917, p. 293-295), depende de que se tenga lenguaje.

    Lo que quiere decir que, es gracias a las palabras que se puede pensar y por esta razón no sería posible que el hombre haya inventado el lenguaje, porque, de ser así, implicaría que tendría que haber pensado para inventarlo; nuevamente, no es posible pensar sin lenguaje.

    Tuvo que ser transmitido por Dios mediante la Revelación Divina Primitiva; y el mismo lenguaje que permite que se transmita cualquier conocimiento moral, secular y religioso -e incluso el conocimiento matemático-, y del cual no sentiremos certeza segura a menos que sea generalmente aceptado en la sociedad; y que sería imposible si no tuviera como fuente una Autoridad Divina, cuyo vehículo es la Tradición. No puede haber entonces conocimiento filosófico racional sin Fe, la verdadera filosofía será una apologética religiosa (íbid, p. 295).

***

El Tradicionalismo ciertamente posee sus falencias, unas más evidentes que otras, pero por espacio y tiempo no se hablará de eso en este artículo, sino el siguiente. Sin embargo, quiero aprovechar para invitar al lector a participar de una dinámica que aplicaría en los demás artículos que vaya exponiendo con el tiempo, se trata de que usted me escriba en los comentarios de este Blog, u otros medios, las objeciones que se puedan aplicar a cada teoría filosófica que vaya exponiendo dentro de la serie, de cierta forma se aportaría a la Epistemología. Y en el siguiente artículo añadiré aquellos que considere más formidables y mejor formulados.




Louis de Bonald

Bibliografía

Bonald, L. G. (1818). Investigaciones Filosóficas acerca de los Primeros Objetos de los Conocimientos Morales. Madrid.

Coffey, P. (1917). Epistemology or the theory of knowledge: An introduction to general metaphysics. New York: Longmans, Green and CO.

Descartes, R. (2002). Principios de Filosofía. (1.a ed.). Ahanza Editorial S.A.

Descartes, R. (2006). Discurso del método / Meditaciones Metafísicas. ((1.a ed.). Austral.

Descartes, R. (2011). Descartes (C. F. Miguel, Ed.; 1.a ed.). Gredos.

Mercier, D.-J. (1918). Critériologie ou Traité de la Certitude. Paris: Félix Alcan.

 












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